Es divertido seguir la lógica progre. Bianca Censori, mujer de Kanye West, es una esclava del machismo más heteropatriarcal por mostrarse desnuda en la gala de los grammys, la misma alfombra roja donde decenas de mujeres competían por ver quién lucía un aspecto más provocativo. Pero las periodistas del régimen sólo se fijan en Bianca, dicen que lo hizo obligada por su marido y hablan de control coercitivo, humillación, cosificación e histrionismo.
Al otro lado del charco, Inés Hernand es una diosa empoderada cuando enseña sus pequeñas tetas al cantar desafinada en el festival de Benidorm. «No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas, nuestra palabra, nuestra libertad y nuestra existencia», dice. Menuda épica de cuarta. Añade que estaba en una fiesta privada. Se la puede ver embutida en una licra —los animales, los niños y la licra siempre dicen la verdad— sobre un escenario con el logo de televisión española y la Generalidad Valenciana. Tremenda fiesta privada. Inés es una de esas mujeres que acabaron con los trabajos de las azafatas de Fórmula 1 por mostrar sus cuerpos y cosificarse. Pero Inés no se cosifica, ojo. Se empodera.
Por supuesto, el hecho de que Kanye se posicionara en el pasado a favor de Trump e Inés babeara al paso de Pedro Sánchez marca una gran diferencia. Con Karla Sofía Gascón me pasa algo parecido. Me lío. De pronto, es una trans mala. Como algunas grasas. Me sorprendió saber que me seguía en la red social X, donde hay seguidores y perseguidores. Supuse que ella, él, o elle, era de estos últimos dada su ideología que yo había supuesto al escuchar sus declaraciones. Pero el ecosistema tuitero se puso en marcha y escarbó en su pasado.
Minaron sus opiniones como quien mina bitcoins. Y, viendo lo que opinaba del nacionalismo catalán, comencé a sospechar que quizá sólo me seguía. Un ataque al supremacismo de los del tres per cent puede condenarte al ostracismo en España y en TV3. Pero no imaginé mayores consecuencias en la carrera de los oscars. Al poco, alguien encontró un ataque a las religiones. Meterse con la cristiana sale gratis, pero hacerlo contra el Islam, decir que hay energúmenos incompatibles con los valores de occidente, puede condenarte; a pesar de que el Islam lanza desde las azoteas a los del colectivo de Karla.
Así que Netflix se puso en marcha. Le hace abandonar la promoción de la película y el resto de artistas de la cinta, de pronto, parecen no conocerla. Esa trans de la que usted me habla. En nada dirán que es un tío. Una editorial ha cancelado la publicación de su libro. Tampoco vendrá a los Goya. No esperen que ningún artista español, de los que aplauden a Itziar Ituño, defensora de etarras, defienda a Karla. Esta caza de brujas no es nueva. La hemos visto a menudo. El cruel y cobarde macartismo de izquierdas. Hasta nuestro ministro de cultura se aparta de ella. «Sus tuits no representan a la sociedad española, su candidatura queda empañada», dice. Bueno, según qué sociedad española. Hay una parte que está con la pobre Karla. Pero no la que Karla esperaba.
Toni Cantó (La Gaceta)