Es la hora de hacer la revolución de los ácratas porque los ciudadanos civilizados han entregado su libertad a los más mediocres del pueblo que abusan de ellos en nombre de una democracia inexistente. La situación es grave y el grito de “¡sálvese quien pueda!” ´,además de ser una expresión egoísta, es una llamada a la supervivencia de la gente inteligente y honrada.
Siempre hubo déspotas y abusadores en la historia de los pueblos que después de hacer daños irreparables murieron cual merecían, no sin antes haber dejado un camino sembrado de víctimas, y hoy esos aprendices de dictador no son líderes sino verdugos.
Los emigrantes de hoy no son los que antaño iban en busca de trabajo a otros países. Son unos visionarios, muchos de ellos jóvenes, que se han adelantado a la catástrofe que empieza a asolar nuestro país y han descubierto que la esclavitud de hoy tiene rostro de prohibiciones y normas fiscales de latrocinio que les condenan a ser pobres mientras que algunos de sus gobernantes se enriquecen, sin poder acreditar oficio ni mérito.
El drama de una sociedad servil que se deja sodomizar por el gobierno a cambio de unos denarios cobrados por repetir consignas, es la voz de alarma que despierta las conciencias de las mujeres y los hombres que han aprendido que las dictaduras modernas se consolidan acallando la ambición legitima de los ciudadanos libres.
En España se ha naturalizado coloquialmente la expresión “dictador o dictadura” referida a un gobierno que actúa con tics autocráticos. Esa tendencia de deterioro de nuestros derechos empieza a generalizarse porque también se comportan de esa guisa Donald Trump , y otros líderes mundiales que han logrado robarle libertades a sus pueblos .
Pero yo hoy hablo de mi pueblo, de mi país, de mi patria. No le echo la culpa de nuestras desgracias solo a los mediocres o abusadores que manejan el poder. También a esa parte de la sociedad que solo tiene ideología pero carece de ideas propias y conscientemente asumidas, para soñar con la utopia de que “el poder reside en el pueblo”
La vida es un experimento sociológico y, a veces, mental, pero sobre todo es individual. La suma de voluntades, no es lo mismo que la suma de indiferencias o mediocridades.
Aldoux Huxley describió un mundo feliz, artificial y engañoso en una sociedad sin voluntad. Ese relato de hace más de 90 años regresa a la actualidad. La felicidad artificial no existe. Hay que buscarla aunque sea huyendo del lugar en el que los que mandan empobrecen la alegría.
Diego Armario