No hay una vieja y una nueva política. No hay una nueva forma ni una vieja manera de hacer política. Solo hay decisiones correctas o erradas, acciones justas u odiosas, planes beneficiosos o maléficos; líderes falsarios o humildes.
Ya Ortega, recuerdo lectura de mi adolescencia, escribió sobre la vieja y la nueva política, pero Ortega no era infalible. Y se equivocó en muchas cosas, aunque su teoría del hombre-masa no andaba desencaminada.
Él no conoció la ONU y a pesar de ello no fue internacionalista, lo cual dice mucho de él, pues nadie que conozca Naciones Unidas puede serlo. Benditos los que creen sin haber visto.
Las teorías perfectas de una delineada y buscada simetría solo aparecen en los manuales de ciencia política, que muchos citan, pocos leen, y con los que normalmente nunca se ha hecho nada productivo.
Aquí y ahora. No hay una nueva forma ni una vieja manera de hacer política. Sólo hay quien busca y dice la verdad, y quien engaña. Lo realmente característico de la política europea, y por ende española, de las últimas (¿cuatro, cinco?) décadas es la práctica sistemática de la estafa. La estafa como agit-prop; la estafa como método, como ética y como principio.
Se diría que en un sistema de partidos, la práctica política consiste precisamente en atraer votos y votantes con publicidad y propaganda, al margen de lo que luego vaya a realizarse de verdad, y que eso es algo ínsito al modelo.
Y no le falta razón a quien lo sostenga. Pero sancionamos la publicidad ilícita y la engañosa, pero no sancionamos al político que engaña de forma metódica y segura, consistente y persistente. Eso es algo nuevo.
La estafa concertada con medios de comunicación dependientes, ensobrados y motivados se sustenta en la credulidad del estafado. Como el timo del tocomocho. Y como es cada vez más poderosa la industria de la propaganda, mayor la capacidad de engaño.
La izquierda europea estafó a su votante durante décadas levantando las banderas de la justicia social, la distribución de la riqueza, los derechos del trabajador y la lucha contra los excesos del capitalismo individualista mientras en realidad viraban hacia la ideología de género, el igualitarismo pasado de moda, la cancelación cultural, el radicalismo queer, el presentismo histórico, la teoría crítica de la raza, el indigenismo. La estafa se fraguó durante años pero se activó a pleno rendimiento en el año 1992, como explico en mi libro Globalismo.
La llamada derecha, igualmente, ha fraguado su estafa durante años pero la ha precipitado desde 2008, por poner una fecha, no aleatoria, pero discutible, lo reconozco. Dicen una cosa y hacen exactamente lo que propone esa izquierda estafadora; confundiendo masivamente al votante; ya que por vía de la recíproca estafa a su votante han acabado diciendo lo mismo. En 1992 el Muro cayó; en 2008 se vino abajo el orden mundial construido cuando el Muro se derrumbó.
Nosotros no podemos estafar, aunque pese sobre nosotros el escarnio público, el insulto o el apartheid parlamentario. Proclamamos la unidad nacional, y por eso no compadreamos con el separatismo y pedimos la ilegalización de los partidos que lo promueven; defendemos la libertad y por ello no coqueteamos con el fanatismo climático y proponemos eliminar las zonas de bajas emisiones, derogar las leyes de «memoria» y sacar a los «lobbies» de género de los colegios. Creemos, proponemos, no cedemos.
Hay que eliminar impuestos injustos, arbitrarios o redundantes —la plusvalía municipal, el IVA de productos básicos y de primera necesidad para las familias— y bajar masivamente todos —desde el IRPF al IVA, que subió Montoro y ahí se quedó—. Pero hay que pagar impuestos, porque es necesario un sistema público que opere bajo el principio de subsidiariedad en lo sanitario o educativo; y un Estado fuerte que proteja la frontera, la vida, la libertad y la soberanía de la Nación.
Le robo la cita a una diputada de la Alternativa por Alemania: un Estado que sanciona por pescar sin licencia pero no por asaltar la frontera sin permiso es un Estado dirigido por idiotas. Sí, idiotas y estafadores.
La estafa se ha generalizado, pero nosotros no nos podemos permitir esos lujos. Ni por todo el oro del mundo.
Jorge Buxadé (La Gaceta)