Tras el fallido intento de controlar el Consejo General del Poder Judicial con un régimen de mayorías más propio de trileros que de legisladores de un Parlamento democrático, el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó ayer la ruta para colonizar definitivamente Radio Televisión Española. Este ente público tiene a la mitad de sus consejeros con el mandato caducado desde hace seis meses, por la falta de acuerdo entre el PSOE y el PP.
Se ha convertido en una seña de identidad de los mandatos de Sánchez su incapacidad para proponer acuerdos sensatos con los populares que propicien el funcionamiento normal de las instituciones. Su propaganda culpa, como es habitual, al PP, pero es una coartada para esconder su empeño en repartir las instituciones del Estado entre sus socios de investidura.
El PSOE se comporta casi como un partido autocrático, que deslegitima la discrepancia y quiere tener controlados a los árbitros del sistema institucional. Como el Banco de España, el CIS y el Tribunal Constitucional ya se le quedan cortos, el Gobierno va directo contra el Senado, al que niega su condición de Cámara parlamentaria por el hecho de que el PP tiene mayoría absoluta.
Primero le arrebató el veto al techo de gasto; luego privó de efecto su voto en contra de la reforma de las condenas europeas; y ahora pretende reducir su participación en el Consejo de Administración de RTVE a la designación de cuatro consejeros, del total de quince que lo compondrán. Actualmente, elige cuatro de diez, casi en pie de igualdad con el Congreso de los Diputados.
Además, para que al PP le queden claras las intenciones de este nuevo decreto del Gobierno, la mayoría necesaria para, en última instancia, elegir a los consejeros de RTVE pasaría de dos tercios de la Cámara a mayoría absoluta. Es decir, Sánchez más sus socios.
De esta manera, el PSOE no sólo hace prescindible al PP para elegir once de quince consejeros, sino que, poco a poco, va minando el sistema bicameral previsto por la Constitución de 1978. Es un camino por el que transitan los socialistas desde hace tiempo, bajo el disfraz de la regeneración democrática y la estabilidad institucional, cuando una cosa y otra nunca han sufrido tanto como en la actualidad.