Unos matan por un apartamento en Gaza, otros por un chalé en Galapagar: matan la esperanza de una vida normal en España, asesinada por bolivarianos de baja estofa encumbrados por la manipulación sociopolítica. No olvidamos la responsabilidad homicida del 8M ni el asesinato protocolario de nuestros padres y de decenas de miles de personas durante el criminal paripé pandémico. No se olvida cada vez que abren la boca los defensores de la violencia, en tanto estén a salvo de ella para juzgar a las víctimas como si fuesen los ejecutores.
Es imposible entrar en la cabeza de asesinos que desplegaron una crueldad demoníaca disfrazada de religiosidad o ideal de exclusión religiosa. También ponerse en el lugar de los que en una sociedad en paz justifican quemar bebés, como los que se manifestaron a favor de Hamás después del dantesco ataque contra Israel.
Como tampoco es fácil sumergirse en el tenebroso mundo del fanatismo de los terroristas que son capaces de matar por un ideal o por la imposición independentista, como ha sucedido en España con organizaciones de tiro a la nuca y bombas lapa debajo del coche de una víctima, sin arriesgar un ápice la integridad física durante un atentado por sorpresa. Este mundo es hogar de dementes que se encuentran con gusto en la libertad de no dar cuentas morales, ni destilar un ápice de piedad.
No es fácil imaginar qué pasa por la cabeza de los asesinos porque afortunadamente en este mundo no todos son como los carniceros que entraron en Israel a matar indiscriminadamente civiles inocentes, desprovistos de una defensa personal y colectiva. Hay que ser inhumano para asesinar por sorpresa y mostrar todo tipo de sadismo, como si Alá premiara a los deficientes morales de gatillo fácil y con el puñal presto a degollar niños y mujeres.
Alá no es lo que les dicen y lo descubrirán entre gritos de terror cuando les toque recoger siembras fuera de este mundo. Hay que ser enfermo del alma con peste de azufre para masacrar sin condiciones y surtir de sangre derramada esta tierra herida donde pululan bestias como las que llaman a la guerra santa contra los infieles y judíos. Y muy inconsciente para justificar las vilezas satánicas que Hamás ha desplegado como una manta sanguinolenta en la memoria salvaje de la Humanidad.
Están las bestias y los cómplices que las alimentan. Cuando las personas amanecen cada día pensando en lo que hay en la cabeza de las misérrimas huestes podemitas, la vanidad de la estupidez, la inercia de la estulticia que perjudica a una sociedad como la española, cuesta pensar que exista gentualla así.
Son gentuza minoritaria que de levantarse el pueblo español no tendrían donde ocultarse con una justificada revuelta por los males causados que, sin ser día de ira islámica, abriría la veda occidental para llevarlos ante tribunales imparciales y no comprados o vendidos por la corrupción política. España podría actuar en defensa propia y de modo proporcional al daño causado, que por ganas no será… contenidas.
No, no cabe razón ni argumentación que excuse la barbarie que defiende Yolanda Díaz y la pandilla basura de la izquierda más radical…hasta que se contempla el vídeo de los interrogatorios a los animales de Hamás que hablan por los codos ensangrentados de sangre ajena, apresados y con cara de no haber matado una mosca, cuando son los protagonistas de las matanzas del 7 de octubre en Israel.
Y te das cuenta de que los sádicos y sus defensores están criados en la misma camada del Diablo. Se mueven sólo por intereses, no existe conciencia. Lo desalmado y la codicia conforman el espíritu enfermo y unificado en los engendros ventajistas de este orbe carroñero que conforman sin diferenciación.
Y entonces se comprende lo que pasa por la cabeza de los criminales de Hamás y la de los podemitas: son afines en oportunismo y carencia de moralidad.
Uno puede pensar que las razones genéricas del fanatismo religioso son capaces de inspirar la crueldad sangrienta que decapitó bebés, empaló mujeres, acuchilló hasta la decapitación a civiles indefensos y violaron y torturaron en nombre de Alá y la guerra santa.
Puede pensarlo porque este mundo tenebroso alberga los muchos demonios de la ignorancia ciega traducida en violencia inexplicable, sólo comprendida por esa ceguera inhumana de quien reviste de santidad sus delirios… hasta que ves a esos homicidas que dóciles y sometidos, relatan sus peripecias del averno sobre la tierra y denuncian haber sido engañados por los comandantes de las brigadas Qassam.
Engañados ellos, pobres víctimas, fueron a masacrar sin freno contra inocentes porque se les ofrecía un bono de 10.000 dólares y un apartamento en Gaza, por cada secuestrado que llevaran a territorio comanche donde esperaba el pueblo cómplice para jalear la captura de los prisioneros, escupidos, ultrajados, violentados. El vil metal fue la justificación de estos mercenarios del terror. Ni altos ideales universales, ni monsergas estrafalarias revestidas de execrable dignidad.
Ni guerra santa ni Alá, sino el dinero y un apartamento. Lo que da una idea de la ratonera que es Gaza no sólo por lo limitado del territorio sino porque alberga en exigua tierra una mayor concentración de potenciales asesinos con ganas brutales de prosperar; un lugar inspirador del que partió un ataque de íncubos cuya justificación demente de fanatismo estribó en un apartamento y 10.000 dólares…
Una razón espuria, común, vulgar, interesada y macabra como es el interés y la codicia; el de que la mano derecha sabe lo que hace la izquierda; el quid pro quo de criminales a los que la guerra santa les importa nada si no hay algo que obtener por la orgía del desenfreno sangriento.
La llamada al viernes de ira y el subsiguiente llamamiento a un fin de semana de ira se saldó con unos locos contados actuando como lobos solitarios. Era bueno saber en un tiempo concreto cuáles podían ser los efectos con una arenga de propósito mundial para atentar por todo Occidente. Parece ser que si no se ofrecen vírgenes del paraíso, apartamentos y dinero, pocos serán los fieles que secundarán la violencia.
Gaza está desintegrada por una mafia sectaria que con la excusa religiosa vendió a su población civil en una guerra evitable que sólo una avaricia satánica hizo posible. Lo que demuestra la debilidad de estos monstruos sin razones, que se mueven a base de impulsos de psicopatía, si se les paga el favor de la cobardía más extrema traducida en violencia al estilo Daesh.
Ese bono que pretendían cobrarse se ha convertido en el billete de retorno al averno de donde provienen estas monstruosidades con apariencia humana. Afortunadamente, los desechos del infierno encarnados sobre la tierra, un día regresan al polvo. Como lo hará también la infección que daña España y hasta el propio Sánchez.
Suerte tienen algunos de que la única guerra santa que hay en España es la de la paciencia cristiana, porque de lo contrario se aceleraba el proceso inmemorial de la defensa propia a nivel nacional, prescindiendo de la templanza o de la compasión civilizada; gratis.
Ignacio Fernández Candela (ÑTV España)