No deja de sorprenderme en estos días la gran sorpresa que, al parecer, causó todo lo que la prensa está aireando sobre ese siniestro personajillo lampiño, con cara de niño bueno, de esos que no rompen un plato, destacado miembro de la maldita “podemía” y otrora “gran promesa” de la ultraizquierda comunistoide.
¿Es que alguien esperaba otra cosa? Toda esta gentuza ha sido siempre igual y sólo engañan a los tontos o a los/las que se dejan engañar.
Parece que nadie se acuerda del “macho alfa” siempre rodeado de féminas, como si se tratase de su harén, entre las que destacaba la “favorita” de turno que era, merced a sus favores, la que al final llegaba a los puestos más destacados y relevantes sin importar otra cosa que sus “aptitudes”, y no precisamente las intelectuales, por llamarlo de una manera fina y elegante.
Esta caterva siempre actuó igual y siempre se valió de su ascendente con determinados sectores del elemento femenino, sobre todo esas para las que ser de izquierdas es algo “guay” para su mayor goce personal. Un poco como el descanso del guerrero, por llamarlo de alguna manera.
Es verdad, y por tanto no podemos recatarlo que, salvo excepciones muy contadas, la mayor parte del segmento femenino militante en la ultraizquierda no destaca, precisamente, por ser unas beldades al más clásico estilo, más bien todo lo contrario; de ahí que la que destaca se lleva el gato al agua, convirtiéndose en la “favorita” del bolchevique de turno.
Por supuesto, no es lo mismo ser cajera que ministra y, mucho menos, vivir en un barrio obrero que en un chalet con piscina, de ahí que si el “macho alfa” en cuestión cae en desgracia o desaparece de la escena política, la “favorita” procura mudar sus cuarteles de invierno para buscar mejor cobijo y así mantenerse en el machito, en posición siempre ventajosa.
Sin embargo, nada de esto es nuevo. Hay que recordar aquel hotel “Metropol” de Moscú, donde se alojó el nuevo gobierno bolchevique, tras la revolución de octubre de 1917, en el que los “preclaros” comunistas eran gentilmente atendidos en la totalidad de sus necesidades, por la “eficientes” camaradas del partido. Un poco lo que sucedió aquí, años después, con aquellas milicianas que el pestilente cine español, bien subvencionado por los sucesivos gobiernos, quiso vendernos como si de unas heroínas de tratase.
Lo cierto es que, poco a poco, todos estos desmanes de los nuevos cumunistoides de salón, tan feministas ellos y tan defensores de la dignidad de las mujeres, irán saliendo a la luz y aquí y allá aparecerán testimonios de muchas que se sintieron acosadas y vejadas por toda esta miserable gentuza, especialmente a partir de que caigan en desgracia.
Aquella “podemía” de los primeros años que engañó a muchos españoles, algunos de ellos incluso de buena fe, que prometía llegar en breve al poder se ha ido diluyendo y, en breve, pasará a ser tan solo un recuerdo, amargo y triste, de la época más oscura de la España reciente y todos sabemos lo que sucede cada vez que el barco se hunde.
Lo que, sin embargo, me parece inaudito es que haga falta que alguien saque estos asuntos a la luz para abrirnos los ojos ya que, conociendo un poco a toda esta miserable ralea, era fácilmente deducible que la palabrería y la demagogia de la que siempre se han valido, les sirviese para alcanzar sus fines, incluso los favores del elemento femenino.
Eugenio Fernández Barallobre (ÑTV España)