No hubo sorpresas: la ruptura simbólica y sentimental entre Yolanda Díaz y Podemos se certificó ayer en la presentación de la plataforma Sumar en el polideportivo Magariños de la calle de Serrano de Madrid. El saldo de esta fractura puede ser determinante para la convivencia en el Consejo de Ministros y lo será, sin duda, para las posibilidades de la izquierda en las próximas elecciones generales.
Los representantes de una quincena de partidos acompañaron a Díaz, así como un nutrido grupo de intelectuales, académicos y personalidades del ámbito de la cultura. Pero faltó Podemos. En la jornada previa, Ione Belarra había lanzado una propuesta ‘in extremis’ a Díaz para que los morados pudieran asistir a un acto que aspiraba a congregar a todas las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE.
La oferta de la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, que proponía firmar un compromiso de primarias abiertas de cara a las elecciones generales, no fue atendida por Yolanda Díaz. En el día en el que la ministra de Trabajo anunció su candidatura a la Presidencia del Gobierno de España, no existió ninguna referencia a Podemos.
Que una vicepresidenta del Gobierno al frente de un ministerio de calado como el de Trabajo tenga tiempo para proyectos electorales a nueve meses de las elecciones generales es, en sí mismo, un síntoma de los nuevos usos de la política. Como lo es, sin duda, el que pueda proyectarse una coalición de siglas con personalidades políticas tan diferentes como las que ayer acompañaron a Yolanda Díaz.
A falta de que se desvele cuál sería el posicionamiento de Sumar en cuestiones esenciales para los intereses de nuestro país como la guerra de Ucrania, o la política lingüística o territorial, por ejemplo, cada vez se hace más probable que Podemos acabe por no incorporarse a la iniciativa.
Este hecho preludia la etapa final de la coalición de Gobierno por un hecho evidente: la mitad del grupo parlamentario de Unidas Podemos concurriría a las próximas elecciones separado de su matriz y en el seno del Ejecutivo las ministras moradas quedarían escindidas de otros ministerios como el de Joan Subirats o Alberto Garzón, ambos presentes ayer en el polideportivo Magariños.
Esta ruptura pone de manifiesto varias cuestiones relevantes para el futuro del proyecto. Que Díaz no haya negociado con Belarra demuestra que, para gran parte de la izquierda, Podemos es ya una marca antipática y amortizada.
La tensión exhibida en las últimas semanas y la vehemencia con la que se sigue expresando Pablo Iglesias, incapaz de ceder el liderazgo, demuestran una divergencia en la estrategia. Díaz confía en poder revalidar una coalición de gobierno progresista que, según los sondeos, se hace improbable.
Por su parte, Podemos parece apostarlo todo a una defensa radical de posiciones más esencialistas y duras desde las que poder ejercer una oposición futura. A esta legítima diferencia estratégica se suma, sin embargo, un desgaste entre las relaciones personales y un enfrentamiento entre egos difícilmente reconciliables.
Si finalmente Díaz y Podemos terminan por concurrir por separado, esa escisión puede acabar siendo letal para la izquierda.
Lo que no está tan claro es a quién puede beneficiar una derrota en las próximas elecciones generales y qué interés podría existir en parte de la izquierda en no revalidar un Gobierno con el PSOE como socio mayoritario.
ABC