Expulsar a Nicolás Redondo Terreros no ha sido un error sino una ratificación del carácter sectario del sanchismo, incluso contra los críticos en sus filas. Así abran los ojos. No todos podían ser tan miserables y sinvergüenzas. Quien tiene moral, aborrece a Sánchez. Hay que ser muy socialista en el sentido destructivo de la palabra, ergo guerracivilista, ofensivo, difamador, hipócrita y taimado para seguir al sátrapa sin más mérito adquirido que la mentira.
El PSOE pasó su tiempo de Transición aunque siempre con tendencia a la radicalización, atento a estar un paso por delante frente a las ingenuidades de la oposición conservadora, y se encenagó en las oscuridades del zapaterismo y las oscurantistas trampas, pero menos disimuladas, del torticero Pedro Sánchez, cuya codicia personal ha catapultado exponencialmente el potencial criminal del socialismo fundado por Pablo Iglesias; el que llevó a la Guerra Civil Largo Caballero en el intento de exterminio de media España.
A decir verdad, el PSOE ha anormalizado el progreso democrático en España incluso cuando las ha tenido todas consigo para mostrar esa voluntad de la que tanto ha presumido, sin la prueba de las obras más allá de la perorata política.
Porque Felipe González fue mucho Felipe González junto a Alfonso Guerra, precursores de una deriva radical que llevó al golpe de estado del 23 de febrero de 1981-ahora lo sabemos con certeza- para dar a continuación un golpe económico contra todos los españoles a través de la expropiación delictiva de Rumasa, otro 23 de febrero de 1983. Golpes cuyos coletazos aún reverberan pasadas las décadas.
¿Qué les hace parecer tan moderados, esas ínfulas sobrevenidas de honradez, después de haber sido punta de lanza de la más agresiva manipulación social y política de España? Quizá los escarceos con la conciencia cuando, en las postrimerías de la vida, la reflexión se convierte en una violencia interior por el temor de las siembras… y también que el margen de actuación criminal del sanchismo ha sido sobrepasado hasta el extremo de peligrar España misma.
Llegado el momento, tendrán ocasión de disculparse con José María Ruiz-Mateos por el infierno en vida que le hicieron pasar. La tierra les será leve antes de las postreras penitencias, sobre todo las de quien vivió de las rentas infames del execrable expolio.
La conversión de Guerra es más creíble que la de González. En cualquier caso, hoy se presentan los dos como bastiones de sensatez y honra frente a la alocada y peligrosa orientación golpista con raíces en La Moncloa.
Nunca está de más agradecer el gesto para intentar que España no se autodestruya por método de implosión.
Ignacio Fernández Candela (ÑTV España)