El discurso navideño de Felipe VI no fue un discurso vacuo ni melifluo, al no estar orientado a halagar sin sentido alguno al poder político ni a ensalzar cayendo en excesos dialécticos la actual situación de la sociedad española.
Muy por el contrario, fue un discurso en el que, sin subterfugios ni concesiones a la galería, el rey se pronunció con firmeza y determinación en defensa de España y la Constitución, en un momento en la que tanto la unidad de la nación española como el orden constitucional están siendo atacados por mor de esa aberrante conjunción de intereses políticos y económicos que ha unido a socialistas, comunistas e independentistas en torno a un proyecto común de poder, cuyo objetivo final es la destrucción tanto del modelo de Estado como del modelo territorial que actualmente vertebran a la sociedad española.
Así, el rey conminó a los españoles a que no permitan que el germen de la discordia se instale en el seno de la sociedad, apostando decididamente por una convivencia pacífica basada en la búsqueda del bienestar y la prosperidad.
En este camino de concordia nacional entiende el monarca que resulta esencial, por un lado, mantener la unidad de la nación española desde la consideración de la decisiva importancia de las raíces históricas y culturales que configuran el propio ethos de la sociedad española, y, por otro lado, garantizar el respeto al pacto constitucional suscrito entre los españoles hace casi cinco décadas, ya que, como resulta obvio por haber sentado las bases del Estado de Derecho, “Fuera de la Constitución no hay democracia ni convivencia; no hay libertades sino imposición; no hay ley sino arbitrariedad”.
Además, para que todo ello sea posible, Felipe VI realizó una encendida defensa de la separación de poderes y del ejercicio independiente de las competencias propias de cada una de las instituciones del Estado, en una clara alusión a la imperiosa necesidad de la existencia de un sistema de contrapesos en el seno del Estado que garantice el correcto funcionamiento de la democracia. En definitiva, el rey defendió sin ningún tipo de circunloquio el conjunto de valores sobre los que descansa la convivencia democrática, como son “la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
Como era previsible, tras el discurso de Felipe VI las reacciones de los distintos partidos políticos no se hicieron esperar.
Así, tanto el PP como Vox, demostrando una vez más su carácter patriótico, constitucionalista y democrático, no dudaron en aplaudir el discurso del rey, manifestando su absoluto apoyo a la Casa Real en la ejemplar tarea de defender la unidad de la nación español, el orden constitucional y la concordia social.
Por su parte, el PSOE, instalado definitivamente en la senda del engaño sin escrúpulo alguno, reinterpretó torticeramente las palabras del monarca, falseando el contenido de su discurso en función de sus propios intereses.
Así, demostrando que para el socialismo español las palabras han dejado de tener un significado unívoco, el PSOE vino a decir que el discurso del rey avalaba su agenda política, cuando resulta evidente que Felipe VI no solo no ensalzó logro alguno del Gobierno socialcomunista, sino que, por el contrario, nada más comenzar su alocución manifestó su enorme preocupación por los numerosos y graves problemas que aquejan a la sociedad española y, más allá de ello, sus palabras encerraban de forma sutil una crítica acerba de los pactos suscritos por el Gobierno socialcomunista con las fuerzas independentistas, por ser los “caballos de Troya” que amenazan la convivencia entre españoles y la cohesión y solidaridad interterritorial.
De hecho, desmarcándose de sus socios socialistas, ese batiburrillo político que es Sumar manifestó su absoluta repulsa al discurso del rey, por considerarlo “reaccionario, propio del pasado y alejado del país real”. Es decir que según el entramado comunista defender a España y la Constitución está periclitado y ahora lo que procede es dinamitar la unidad territorial, abolir el Estado de Derecho y subvertir el orden constitucional, demostrando con todo ello que son dignos de estudio, ya que constituyen un caso excepcional por conjugar internamente la estupidez absoluta con unos anhelos dictatoriales desorbitados.
Asimismo, el independentismo catalán, representado por Junts y ERC, manifestó su rechazo al discurso del rey, manifestando que no se sentían representados por Felipe VI al considerar que tan solo fomentaba la discordia con los catalanes.
Obviamente, con estas manifestaciones el secesionismo catalán no solo se sitúa al margen de la Constitución, sino que también vuelve a demostrar que vive en un permanente delirio paranoico, ya que son precisamente ellos los que con sus palabras y hechos no hacen otra cosa que sembrar la semilla del enfrentamiento con el resto de españoles, desde un supremacismo racial y cultural absolutamente deplorable por carecer tal planteamiento de la más mínima base de sustentación.
También el PNV, en representación de las provincias vascongadas, ha censurado el discurso del rey fundamentalmente por referirse exclusivamente a la nación española, lo cual no deja de ser una crítica absurda dado que efectivamente es exclusivamente España la patria común e indivisible de todos los españoles, tal y como establece no solo la Constitución sino también la Historia.
Más allá de tan ridícula reprobación, el PNV tan solo ve neblina en el discurso del rey, algo que no debe sorprender a nadie dada la miopía intelectual de un nacionalismo vasco que vive anclado en un pasado inexistente. Por su parte, los pistoleros de Bildu han optado por guardar silencio con la irrelevante pretensión de boicotear al rey, lo cual, a la postre, tan solo tiene la virtualidad de poner de manifiesto que, tras dejar tras de sí un siniestro reguero de personas asesinadas y mutiladas, lo que ahora centra el interés de los filoetarras es seguir desarrollando en sus lúgubres establos el proceso de demolición de la nación española en connivencia con un individuo profundamente perturbado y absolutamente amoral como es el psicópata monclovita.
En vista de todo lo expuesto, llama poderosamente la atención la hipocresía de carácter orwelliano del partido socialista al ensalzar con entusiasmo las palabras del rey al mismo tiempo que pacta con los enemigos seculares de la nación española, construyendo así un relato que a la luz de los hechos carece de toda credibilidad. Con ello por enésima vez se vuelve a evidenciar la podredumbre moral que anida en las entrañas mismas del socialismo español.
No resulta por tanto extraño que, enfrentándose al nuevo Frente Popular surgido con la llega al poder de Pedro Sánchez y consolidado en las pasadas elecciones generales, Felipe VI saliera en Nochebuena a tumba abierta en defensa de España y la Constitución, llegando al punto de manifestar que a pesar de todas las amenazas que se ciernen en el horizonte “España seguirá adelante.
En ese camino estará siempre la Corona, no solo porque es mi deber como rey, sino también porque es mi convicción”. Si realmente el rey Felipe VI es capaz de cumplir con la palabra dada no tengo la menor duda de que en los tormentosos momentos que se avecinan se encontrará acompañado por una legión de patriotas.
Rafael García Alonso (ÑTV España)