El debate que se está planteando desde hace meses en España, con testimonios contundentes de socialistas no sanchitas, es que en España se está devaluando la democracia a marchas forzadas o como decían los romanos “magnis itineribus”.
Esta percepción se ha generalizado fuera de nuestras fronteras ,en particular en las instituciones europeas, donde se vigila el estricto cumplimiento de las reglas comunes, con especial atención a la división de poderes parte esencial de las democracias modernas.
La gran estafa de los políticos autocráticos consiste en dividir a las sociedades, enfrentarlas en una nueva lucha de clases y gobernar al margen del parlamento utilizando decretos leyes para hurtarle a la oposición la posibilidad de debatirlos, y en esa técnica se ha especializado descaradamente Pedro Sánchez.
El efecto más demoledor de esta forma de despreciar las reglas de la democracia es el enfrentamiento entre ciudadanos, necesario para sus intereses, y como lo que lleva camino de pasar en España ya ha sucedido en otros países, citare una frase del Presidente de Argentina Javier Milei sobre los anteriores gobernantes populistas y peronistas de su país a los que ha calificado como “chorros e hijos de las remil putas”.
Hoy los golpes de estado se dan sin armas y lo estamos viendo. El gobierno de España viene actuando desde que comenzó esta legislatura como un ejecutivo autocrático, jaleado por periodistas serviles en el relato favorable a sus excesos
Esta evidencia refleja la podredumbre de dos instituciones esenciales en un sistema de libertades y se explica con un argumento triste y demoledor: España no ha superado el relato de odio de la guerra civil que supieron sobrevolar con generosidad los españoles de la transición política al final de la dictadura franquista.
No voy a entrar en la mezquindad humana y miseria política de nuestros actuales dirigentes que han decidido dividir aún más a este país y dilapidar los valores constitucionales que hicieron posible una etapa de 47 años de convivencia y en tolerancia entre españoles, pero lo cierto es que nunca antes en democracia ha existido una división como la de hoy incitada desde el propio gobierno con la complicidad y el apoyo de gente que algún día fue demócrata y hoy ha apostado por el guerra civilismo dialectico.
Si algún día esto se arregla y regresamos a un ambiente de tolerancia y convivencia entre gente que piensa distinto, será porque en el camino de la desvergüenza habrán quedado no pocos políticos y periodistas, que intentarán desdecirse, pero no podrán borrar sus palabras serviles y sus acciones de odio .
Echarle la culpa de este grave momento que vivimos en España a un solo mentiroso, es un mal diagnóstico de la enfermedad que padecemos.
Diego Armario