Apenas 15 meses después de que saltara el caso Pegasus con el espionaje al móvil de Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno en funciones ha aparecido de vacaciones en Marruecos. Justamente el país al que una comisión del Parlamento Europeo ha vinculado directamente con ese espionaje que también afectó a los teléfonos de los ministros del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de Defensa, Margarita Robles.
La llegada de Sánchez a territorio alauí, en torno a las 12 de la mañana hora española de ayer, fue recogida por los medios de comunicación marroquíes más cercanos al régimen de Mohamed VI, y confirmada posteriormente por la Agencia EFE. Según fuentes de Moncloa, el viaje del presidente en funciones es «estrictamente privado» y se ha realizado en un vuelo comercial pagado «con recursos propios». Pero ni había sido anunciado ni era esperado.
De hecho, el destino del dirigente socialista parecía ser La Mareta, residencia oficial en Lanzarote, donde Sánchez no ha pasado ni siquiera sus primeros días de descanso tras el 23-J porque hasta ayer se había mantenido en Madrid. Su viaje a terreno marroquí era desconocido y es el primero que un presidente del Gobierno realiza fuera del país durante sus vacaciones veraniegas, informa Efe.
Esa elección se produce con el debate sobre el caso Pegasus aún abierto tras destaparse el 2 de mayo de 2022. Entonces se anunció que, según el Centro Criptológico Nacional, el móvil del Sánchez y de parte de su Gabinete había sido pinchado de forma ilegal con un programa informático de fabricación israelí, Pegasus, que sólo se vende a los Estados. Se desveló, además, cuando los líderes independentistas denunciaban posibles escuchas a los líderes del procés con ese mismo programa.
Las escuchas al presidente se produjeron en los años 2020 y 2021, los últimos cuando España acogió al líder del Frente Polisario, que derivó en una crisis migratoria desde Marruecos, y a los que se ha achacado el giro histórico de España en su posición sobre el Sáhara Occidental, asumiendo la tesis de Marruecos favorable al autonomismo en lugar del referéndum de autodeterminación que ha amparado durante décadas la ONU. La oposición, incluso la parte morada del gobierno de coalición, ha venido criticando la falta de explicación sobre ese viraje histórico.
Un año después, Pedro Sánchez tampoco ha detallado aún los pormenores del supuesto espionaje, pese a que el Parlamento Europeo le exigió en junio una exhaustiva investigación sobre el caso Pegasus porque, entendían, había «claros indicios» de que fue promovido por Marruecos, país con el que el actual Gobierno ha tratado de estrechar lazos en el cierre del mandato con movimientos como los del Sáhara tras una primera fase convulsa en las relaciones.
En 2018, cuando el socialista llegó a Moncloa vía moción de censura realizó su primer viaje internacional como presidente a París y no a Rabat, como habían hecho sus predecesores protocolariamente. Un gesto que fue tomado como un desaire por el Rey Mohamed VI y que se sumó a la decisión en 2021 de la entonces ministra de Exteriores, Arantxa González Laya, de acoger a Brahim Gali, líder del Polisario, la organización independentista saharaui, para tratarse en España de una enfermedad.
Apenas unos días después, Marruecos facilitó el salto masivo a la valla de Ceuta: más de 10.000 inmigrantes pasaron inicialmente a territorio español. Para reconducir precisamente esa situación, Moncloa acometió en su crisis de Gobierno del verano de ese año la destitución de la ministra de Asuntos Exteriores y se colocó del lado marroquí en la postura sobre el Sáhara Occidental.
Pablo R. Roces (El Mundo)