La destemplada reacción del presidente del Gobierno a la noticia de la detención de Koldo García causó extrañeza por diversas razones.
Primero, porque intentó exculpar a su Gobierno y a su partido con una mentira consistente en realizar imputaciones de carácter calumnioso a Tomás Díaz Ayuso cuya conducta no ha merecido reproche alguno pese a haber sido señalado ante la Justicia.
En segundo lugar, porque su conducta al respecto es recalcitrante: ya usó el caso forzadamente en su debate de investidura en un intento de tratar de embarrar el debate público pese a que después va por los medios de comunicación diciendo que «hay quienes insultan y quienes somos insultados».
Y en tercer lugar porque con esta reacción, que además se produce fuera del territorio nacional, Sánchez muestra una cierta pérdida de control sobre el discurso que debe tener un jefe de gobierno y exhibe un nerviosismo que la opinión pública detecta e interpreta como un fallido intento de rehuir el escándalo.
ABC